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La primera vez que uno viaja a Nueva York es fácil sentirse inmerso en una película. Cine y televisión nos han mostrado con tanta frecuencia y profusión las calles y los edificios de esa ciudad que, una vez dentro de ella, la Nueva York real parece un decorado. Es después cuando vas descubriendo el carácter vivo y tangible, los matices de color, las temperaturas y los olores de la ciudad, el latir de sus calles más aceleradas y el pausar de sus barrios de fronteras difusas, y sobre todo la diversidad de esa isla de Manhattan, en la que el trazo a cuadrícula sugiere una uniformidad monocroma que no se corresponde con los hechos.

No a todo el mundo le gusta Nueva York. Carece de avenidas amplias y de monumentos clásicos. No hay unos Campos Elíseos, y esa puerta a modo de arco de triunfo en Washington Square no pasa de ser un portalito. El cogollo de los rascacielos visto desde lo alto del Empire State o del Rockefeller Centre (ahora que ya no hay torres gemelas, que fueron otra excelente atalaya) es arrebatador, al igual que el skyline (la línea del cielo, o el perfil recortado de la fachada urbana) visto desde Brooklyn, desde Liberty Island o desde los nuevos miradores en Nueva Jersey al otro lado del río Hudson. Central Park es enorme, pero hay jardines más agradables y mejor cuidados en otras ciudades. Y Times Square, una simple bifurcación rodeada de teatros, se convierte en una explosión de luz donde el neón ha dado paso a enormes pantallas LED. Fuera de esas estampas, Nueva York deja a muchos indiferente, mientras que otros la aman, sin poder expliar la razón.

En lo que concierne a la moda, Estados Unidos continúa siendo la fuente estilística más influyente sobre la indumentaria del planeta. Y Nueva York y Los Angeles, más que otras plazas como San Francisco y Miami.

En Nueva York, sin embargo, la innovación de estilo no es perceptible salvo para los ojeadores de tendencias más agudos. En el Upper Midtown ves a muchos hombres de negocios clásicos, en traje oscuro y corbata, and that’s it. Y en el resto de la ciudad la misma ropa de cualquier parte del globo. Al fin y al cabo, Zara vende allí lo mismo que aquí, o parecido. Las chicas de «Sexo en Nueva York» (Sex and the City), adeptas al chic urbano, existen pero no se encuentran en cada semáforo, así que ése es un mito. Pero la ciudad es el punto de encuentro de la gente guapa de este mundo, quizás al nivel de París. Repasar cuáles son las ciudades más atractivas para la gente de la moda daría para otro artículo.

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Parte del atractivo de NYC es su carácter cosmopolita. La mayoría de quienes van de compras por la Quinta Avenida no son neoyorquinos, ni siquiera estadounidenses. Hay mucho europeo y muchísimo iberoamericano (de los que pueden viajar por ocio, lo que implica que disponen de pecunio) paseándose por sus tiendas. Y, aunque quizá pudieran encontrar lo mismo en otros lugares, el hecho de que una adquisición haya tenido lugar en Manhattan la reviste de cierto caché… quizá porque permite al usuario explicar que viajó allá para ir de shopping.

Nueva York tiene además una tradición manufacturera de ropa. Pocas ciudades tienen, como ésta, una vía dedicada a la moda, «Fashion Avenue», tal como se conoce a la Séptima Avenida a su paso por el «Garment District» o distrito de la indumentaria, entre las calles 34 y 40. Pero es que son pocas también las ciudades que ponen asimismo tal nombre a un distrito, aunque otras dispongan de barrios con esa actividad, a menudo concentrada en la moda pronta.

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En este caso, el Garment District, situado entre la Quinta y la Novena Avenidas (guías más restrictivas lo dejan entre la Sexta y la Octava), y las mencionadas calles (en una acepción más amplia se admite un anillo exterior, que incluye los confines del Bryant Park al norte, y el Fashion Institute of Technology al sur, en la calle 27), debe su nombre a la elevada concentración de talleres de creación y —cada vez menos— costura, incluyendo la venta al por mayor. El origen histórico de esta confección de lo que aquí se llamó «ropas hechas» hay que buscarlo en la producción de prendas baratas para la población esclava de las plantaciones del Sur, así como para marinos que recalaban en sus puertos y, muy especialmente, inmigrantes que entraban por la isla de Ellis en los EE.UU., y que allí podían comprar una indumentaria digna y no muy cara. Algunos de estos inmigrantes, principalmente de procedencia centro-europea, y muchos de ellos de origen judío, contribuyeron a engrosar dicha industria, y a principios del siglo pasado se estima que más de la mitad de la vestimenta norteamericana, de todos sus Estados, se producía en la ciudad.

La decadencia de NYC como centro industrial de la moda comenzó hace ya mucho tiempo, pero todavía hoy es posible ver a veces carritos («burros») de perchas con prendas rodando por las calles, y hace pocos años este cronista visitó instalaciones de diseño, patronaje y corte en esa zona de la ciudad, con edificios que, sin llegar a la altura de los grandes rascacielos, tienen un montón de plantas en vertical ocupadas con talleres, donde los conductos de ventilación están a la vista, y los ascensores son estrechos montacargas.

Dentro del barrio, o en su corona inmediata, están edificios como el World Apparel Center, la Fashion Tower, el Lefcourt Clothing Center, el Garment Center South… todos ellos con evocaciones sectoriales claras; amén del edificio de Condé Nast (en Times Square con la 42, es decir, un par de calles al norte del distrito en sentido estricto), editora del Vogue y templo y tribunal de tendencias en alta moda.

El Bryant Park se encuentra también en esos confines, en el vértice nordeste del distrito, y ahí se han venido celebrando hasta el pasado mes de enero los desfiles de la NY Fashion Week, que desde este mes de septiembre tienen nuevo emplazamiento, en un parque del Lincoln Center (levantado en los solares de un barrio pobre demolido, donde se situaba la acción del musical y la correspondiente película West Side Sory), por detrás de la Opera Metropolitana y con acceso por la calle 62, entre las avenidas Columbus y Amsterdam. Con ello se ha alejado definitivamente del distrito, colocándose a la altura del South Central Park, en el West End.

Mención especial hay que hacer al Fashion Institute of Technology, FITNY, ya mencionado. Abierto en 1944 con un centenar de estudiantes en su primera promoción, hoy es un complejo de edificios donde más de 10.000 alumnos se instruyen en disciplinas tan variadas como diseño y marketing de moda masculina, de cosméticos y de fragancias, gestión de mercancías de moda, presentación visual, diseño de exposiciones y diseño de juguetes, entre otras.

 

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Superior izquierda, Instituto de Tecnología de la Moda.

Sobre estas líneas, a la izquierda el céntrico Bryant Park,

donde se han venido celebrando hasta febrero de este año

los desfiles de la Semana Internacional de la Moda de Nueva York.

Desde este mes de septiembre, el espectáculo se muda al Damrosch Park,

detrás de y junto al Lyncoln Center (inferior dcha.,

el edificio está al fondo a la izquierda, detrás de la Ópera).

 

 

Por lo que respecta al comercio de modas, con un cambio actual oscilante entre 0,75 y 0,8 dólares por euro, es cierto que NYC no es tan atractiva para el viajero europeo como, por no ir más lejos, el pasado otoño, cuando el dólar sólo valía 68 céntimos… o incluso menos en meses anteriores. Pero todavía el cambio es ventajoso, y siempre es un placer, para los adictos a la ropa, ir de tiendas si se tiene ocasión de visitar la ciudad.

Las revistas de negocios publicaban hace pocos años, en pleno «boom» de las escapadas de fin de semana para comprar en Manhattan, como destinos favoritos de ejecutivos y ejecutivas españoles con afán de «shopping», tiendas generales y de toda la vida como Bloomingdale’s (nº 1.000 de la Tercera), Saks (611 de la Quinta), Barney’s (660 de Madison), y otras como Daffy’s (135 E de la 57), Bergdord Goodman (754 de la Quinta, este verano con originales escaparates que combinaban moda y una visión artística de vanguardia, como puede apreciarse en las fotos de la página 23), W. Common (498 de Red Apple Court), Pink, y Eredi Pisano (ambos en el 520 de Madison).

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A los turistas se les recomienda hoy en día buscar gangas en las rebajas del Lower East Side, en las calles Orchad (que también tiene su historia industrial, pues fue el primer asentamiento local textil, de industria creada por inmigrantes judíos) y Grand.

Bloomingdale’s y Macy’s (pertenecen a la misma empresa, Macy’s Inc.), al igual que Saks, son grandes almacenes.

Fundada en 1858 en la calle 14, Macy’s fue pionera en el traslado del comercio detallista de Nueva York —que estaba en la parte baja de la ciudad— al área del Herald Square, con la apertura en 1902 del actual edificio, diseñado por DeLemos y Cordes. Fue aclamado por los críticos de la época como una de las joyas arquitectónicas del cambio de aquel siglo en Nueva York, pero hoy su exterior no es nada de otro mundo. Se auto-presenta como uno de los mayores almacenes departamentados del mundo (hoy los hay verdaderamente grandes en otros puntos del planeta), y ciertamente tiene un buen tamaño, con diez plantas repartidas por toda una manzana en la esquina de la Séptima con la 34, al lado de la estación de Pennsylvania y el Madison Square Garden, y en el mismo borde meridional del Garmen District. Ofrece de todo, en continente y contenido, con secciones de aspecto ordinario, y zonas que rozan en su presentación un interiorismo de lujo.

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Saks, por su parte, marca estilo en el mundo de la elegancia desde su establecimiento Saks Fifth Avenue, en el 611 de la Quinta, al lado de la catedral de San Patricio, aunque este verano el andamiaje que lo envolvía haya desmerecido externamente su poder seductor. La empresa, fundada en 1919, y con antecedentes en un negocio creado en 1867 por Andrew Saks, no ha sido inmune a la crisis, que ha procurado capear realineando precios a la baja. Pertenece en la actualidad a Saks Inc., un grupo de distribución extenso que incluye entre otros los outlets Off 5th. Controlada por los inversores Carlos Slim y Diego della Valle, se especula con su próxima venta a fondos de capital riesgo británicos y estadounidenses.

Para gangas, las guías recomiendan tiendas tales como Designer Resale, Michael’s, Encore, Filene’s Basement, y Century 21. Entre lo más señero de la moda masculina, el ya citado Bergdorf Goodman, que además muestra ropa de mujer de calidad; Barney’s, Rothman’s, J.Press (clásico), Thomas Pink, Beau Brummel y John Varvatos, entre otros. En mujer, desde la moda ejecutiva de Ann Taylor, y la asequible de APC, Frech Connection o Loehmann’s, hata los jeans de What Comes Around Goes. Por supuesto, todas las tiendas de Gap o de Zara, pero ahí no hay mucho nuevo que contar.

Y lo que uno pueda encontrar por las boutiques exclusivas del Upper East Side, o las de firma de lujo en el SoHo, algo más vanguardistas pero tan caras como las del paraíso de las compras del turista de buena cartera. Las de los grandes creadores mundiales están establecidas, en efecto, en la Quinta y Madison, en el Midtown; son todos los nombres internacionales conocidos: Givenchy, Missoni, Ungaro, Gucci, Giorgio Armani, Versace, Chanel, Fendi, Valentino. Pero incluso el viajero centrado en esta clase de marcas debe hacer una escapada al SoHo, desde que en diciembre de 2001 Prada abriese allí, en el 575 de Broadway (con la calle Prince), su tienda enseña de la ciudad. Ocupa un antiguo museo de la cadena Guggenheim (cuyo centro más importante en NYC, diseñado por Frank Lloyd Wright, se encuentra en el borde oriental de Central Park), y, con un coste de 30 millones de dólares, destaca tanto por su moda como por la arquitectura interior.

Más al noroeste, en el Meatpacking District, por la calle Hudson, algunas tiendas de ropa se disputan con restaurantes de moda los locales de estructura en hierro fundido, antiguos almacenes de despiece de carnes reconvertidos para el ocio moderno.

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En fin, para el ejecutivo con pocas horas entre reunión y aeropuerto, Quinta y Madison. Para el viajero de fin de semana, grandes almacenes del Midtown, o descuentos en cualquier barrio del Lower Manhattan, desde el outlet hasta las tiendas de imitación, probablemente chinas, que tanto gustan al turista. Para interesados en hallazgos felices, cualquier parte, sobre todo de la calle 20 hacia abajo, y antes de entrar en el distrito financiero.

 

[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 188 – Agosto-Septiembre 2010].


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