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ARTÍCULO PRIME

En febrero, el textil/moda todavía no comprendía la amenaza del coronavirus. Poco después, la Emergencia cayó sobre nosotros.

TEXTIL EXPRES REVISTA 250

Estábamos aquí tan contentos. Todos. Nosotros también. Cuando nos cayó la pandemia encima.

Personalmente recuerdo que, estando unos días de Fin de Año en los Pirineos, en los primeros días de 2020 una noticia en el televisor del hotel me llamó la atención. Hablaba de un problema sanitario en China. No me alarmé, pero me puso sobre aviso. A veces se me levantan las orejas como a un pastor alemán. Era una noticia difusa sobre una enfermedad rara. Hablaban de una neumonía atípica. Luego nos enteraríamos que era algo mucho más complejo. Cuando lo comenté con otras personas, nadie parecía haberse enterado. A veces tengo un sexto sentido para el alcance de ciertos hechos. No me sirve gran cosa, pero es un hecho.

De algún modo, estas pequeñas-grandes noticias me pillan de viaje. Recuerdo el precedente de la gran crisis de 2008, un aviso a navegantes acaecido ya en el verano de 2007, que a cualquiera mínimamente atento le podría haber servido de advertencia: el primer susto bursátil de liquidez de las «subprime». Me sujetó una hora al televisor, en un hotel de Fráncfort viendo la información de la CNN en lugar de salir a pasear por la ciudad. Un año después, Lehman Brothers estallaba y todo se fue al garete.

Perdonen esta introducción tan personal. Vayamos al grano.

 

Nos parecía algo remoto. Una epidemia que se quedaría en Asia.

Este año, a finales de enero ya se veía que el entonces llamado «coronavirus de Wuhan» podía tener repercusiones. Para comenzar, por la ruptura en la cadena mundial de suministro. ¿Es para presumir el hecho de que Textil Exprés fuese la primera publicación del textil/moda que abordó el asunto? En febrero, antes de que nos pillase el confinamiento, Textil Exprés sacó su último número en papel anterior al actual, con un denso artículo de cuatro páginas titulado «Anotaciones urgentes: La neumonía de Wuhan y la huella sobre el consumo, y la cadena de suministro de la moda». Muy curiosamente, para entonces ni siquiera las publicaciones online, que son más rápidas y espabiladas, habían tocado en profundidad el asunto. Nosotros lo hicimos. Con un artículo online y, naturalmente, en la revista impresa.

Es curioso porque, entonces, mientras recabábamos impresiones de empresarios y portavoces corporativos del textil, hallamos desde reticencias a opinar hasta, seamos sinceros, ignorancia. Cierto, era pronto para dar opiniones. Pero encontramos a muchos empresarios del textil que no parecían ser conscientes del problema. Algunos comprendieron que, tal como les hicimos ver, podía haber un problema de ruptura de cadena de suministro, que al final fue nuestro tema de titular. Pero, incluso en eso, nos apuntaron a que los envíos ya estaban en curso, puesto que los pedidos se formulan a finales de año y se embarcan a la altura de enero. No habría problema de desabastecimiento. ¿Y de mercado? Nadie lo preveía. Al final eso es lo que ha estallado.

Y es que, por otro lado, sanitariamente lo veíamos como un fenómeno remoto. «Fíjate en estos chinos, menudo problema de sanidad tienen, a ver cómo salen de ésa». ¿Los chinos? Estábamos tan acostumbrados a que otros episodios similares se quedasen en nada que, al final, estas noticias nos parecían ajenas. «En China sufrirán un rato, pero ya lo pararán».

El brote epidémico del SARS de 2002 nos asustó a todos, y hoy recordamos imágenes que nos parecían raras, con imágenes de asiáticos protegiéndose con mascarillas. Al final, de aquella sólo se infectaron 8.000 personas en el mundo, y murieron menos de 800. En 2004 la epidemia se consideró terminada. En España se registró un solo caso, y ninguna defunción. La de Mers-Cov de 2012, con origen en Arabia Saudí, no tuvo más que 157 casos en el mundo, 127 de ellos en Arabia Saudí, y 66 fallecidos. La elevada tasa de mortalidad, así como la rapidez en la evolución de ambas enfermedades, provocó la extinción de los agentes causantes: si el huésped del coronavirus fallece antes de contagiar, la expansión se contiene.

Este nuevo coronavirus responsable de la denominada Covid-19 tiene un período de incubación más largo, es muy contagioso y, pese a los estragos que ha causado, la tasa de mortalidad asociada es menor. Por eso mismo se ha expandido vertiginosamente. Por eso... y porque hoy todo quisque viaja, y nadie suspendió a tiempo las comunicaciones de transporte (de pasajeros) con China, un país al que a ver quién es el guapo que se atreve a aislar del resto del mundo (a pesar de que la misma China adoptó medidas drásticas internas, y que muchas líneas áreas acabaron suspendiendo los vuelos ante la negativa de su personal a viajar al país).

A estas alturas, lo que nos sorprende es que, en el país origen de todo, «sólo» haya una estadística de en torno a 80.000 contagiados y algo más de 4.500 fallecidos. (Datos de antes de vacaciones, véase la actualización unos párrafos más abajo). Mientras que en España teníamos, del orden de 280.000 contagios y 28.000 fallecidos. Véase la desproporción: tres veces y media más contagiados y seis veces más defunciones en nuestro país, cuando, en términos demográficos, China equivale a 30 veces España.

En fin, en el mundo caminábamos cuando se cerró este artículo para su edición online, hacia los 17 millones de contagiados y los 600.000 fallecidos (ídem). Si se mira el impacto de la pandemia en el país donde comenzó todo, es casi ridículo: un 12-13% de los infectados, un 0,75% de los fallecidos. Al final, China casi podrá colgarse una medalla, como el país que mejor supo contener el impacto de una enfermedad que exportó, y que el resto del mundo recibió como una bomba incontrolada. Por supuesto, las cosas sucedieron así, sin intencionalidad y, posiblemente, sin responsabilidades específicas.

 

ACTUALIZACIÓN: Pero el artículo se publica en su edición en papel en septiembre, y la estadística puede actualizarse. La de contagiados, en torno a 28 millones en el mundo (primeros de septiembre) es brutalmente superior a la que mencionábamos en julio. También es muy superior la de fallecidos, rondando los 900.000. Sin embargo, en España, aunque el total de casos también ha crecido enormemente hasta unos 550.000, el de fallecidos no lo ha hecho del mismo modo, rondando los 29.500. Ello se explica porque la detección de infectados es más eficaz por la práctica de test también a asintomáticos. Insistiendo en la comparación con China, sus estadísticas permanecen prácticamente congeladas. El número de casos habrá pasado de 80.000 a 85.000, y el de fallecidos de 4.500 a 4.600 o poco más. Sigue siendo tan asombroso como antes. Parece como si ya estuvieran todos vacunados, cuando no hay ninguna vacuna desarrollada y confirmada oficialmente todavía... salvo una rusa que levanta mucho escepticismo aunque pronto será aplicada en su país.

 

Volvamos al análisis general. En todo caso, en febrero vimos ya la generalización de la prudencia internacional, que desembocó en la cancelación del Congreso Mundial del Móvil, programado para finales de febrero en Barcelona. Un evento ajeno a nuestro sector, pero de gran importancia en el escenario ferial español. Ocurrió cuando estábamos todos los del textil regresando a casa desde Première Vision y Texworld, donde por entonces ya era perceptible la inquietud. Particularmente en Texworld, donde la gran mayoría de stands de expositores de China estaban vacíos, porque los ciudadanos chinos que debían atenderlos no habían sido autorizados a salir del país; y, los que tenían personal, era de profesionales que andaban fuera de China y no estaban autorizados a regresar (o así se dijo).

A primeros de marzo, cuando en Italia estallaba el problema de la pandemia, todo el calendario de ferias de primavera del sector se fue al traste.

 

Las dos crisis paralelas, y las dos crisis sucesivas.

Hemos sufrido, y así sigue siendo, dos crisis paralelas.

En primer lugar, por supuesto, la crisis sanitaria. Los sufrimientos por la enfermedad, que a algunos no les provoca síntomas pero a otros les afecta gravemente; y por los fallecimientos, con la ruptura familiar que han provocado, a menudo sin espacio siquiera para el duelo: ésa es la dimensión directa e inmediata de la crisis de salud.

Una consecuencia derivada es el temor que deja la pandemia entre la sociedad «superviviente». Por más que a veces uno se pregunte cómo es posible que haya tantísimos ciudadanos inconscientes que se reúnen de forma multitudinaria y sin precauciones, lo cierto es que en el conjunto del país (y de Europa, y de América, y de África) hay preocupación. Probablemente la seguirá habiendo en tanto no se desarrolle, pruebe con éxito y distribuya e inocule de forma generalizada una vacuna eficaz.

En segundo lugar, el impacto económico. Que es de varios niveles, y también aquí hay un orden, no tanto jerárquico como cronológico: dos crisis sucesivas, la segunda todavía en ciernes... e incierta.

El primero, en España, es el efecto inmediato de la paralización del país. Desde la entrada en vigor del estado de alarma, decretado el 14 de marzo, hasta su levantamiento el 21 de junio, España ha conocido primero una congelación prácticamente total de actividades que requiriesen para su ejecución salir del domicilio, debido al confinamiento o, como alguien lo ha descrito, la Gran Reclusión; seguida de una «desescalada» progresiva por zonas, con reanudación desigual de las operaciones, por ejemplo, comerciales. El confinamiento estricto duró 50 días, y el estado de alarma en su totalidad unos 100.

Hablando del impacto económico alguno lo ha comparado con «una guerra sin tiros». Ha sido más que eso. Ciertamente, una guerra con derrota total y devastación, como le ocurrió a la Alemania ocupada tras la SGM, es mucho peor. Pero el período bélico no suele ocasionar una parálisis tan acusada: entre bombardeo y bombardeo se evalúan los daños y se sigue produciendo. En ese sentido, y buscando un símil en ese ámbito, tendría más parecido con una guerra termonuclear, química o biológica (ABQ), en la que de repente los supervivientes al primer ataque debieran sumergirse en refugios a esperar semanas (o meses) a una desaparición de la radioactividad o a la fijación-disipación de los agentes tóxicos.

La paralización férrea de la actividad ocasionó una pérdida de ingresos mientras continuaban algunos gastos recurrentes, y aunque el Gobierno tomó medidas para aliviar ciertas cargas (los ERTE de fuerza mayor, los avales del ICO para créditos de liquidez), el impacto fue cierto.

Variable, sin duda. Hubo actividades del sector de primera necesidad que no pararon ni un minuto. Incluso aumentaron su actividad respecto a meses normales. De hecho, hubo unas semanas de demanda excesiva, para acopio.

Hubo también industrias que apenas cerraron más de dos semanas, mientras higienizaban sus instalaciones y adoptaban medidas de seguridad sanitaria (mamparas, recorridos, protocolos); pero, incluso estas, al recuperar la actividad se encontraron que los canales de distribución estaban parados, por lo que se enfrentaron al dilema de tener que producir para stock.

En ese sentido la globalización aportó algunos paños calientes. Los efectos de la ruptura de la cadena de suministro no fueron tan graves porque sus mercados se contrajeron por la pandemia. Sucesivamente, cuando la actividad productiva europea reemprendió la marcha, fue bueno que algunos mercados estuvieran todavía operativos... o reiniciando sus operaciones.

Ciertamente no es tan sencillo como se acaba de describir. La exportación europea a Asia no es tanta, mientras que la importación es mucha. Y esa asimetría hace que el modelo antes descrito haya tenido una validez limitada. Pero algo de eso hubo.

 

Decíamos que hay un segundo efecto económico demorado, y éste es el que mayor incertidumbre produce en la actualidad. En algunos sectores, por ejemplo en el de tecnologías de consumo y equipamiento del hogar, la salida de la crisis ha sido fantástica. Los ciudadanos, ante la continuidad de un teletrabajo preventivo, o la hipótesis de un segundo confinamiento, quieren tener un hogar más confortable, pero esto beneficia más a los proveedores de ordenadores portátiles, videocámaras para conferencia, frigoríficos para la despensa, y sillones y televisores; por el contrario, la realidad del teletrabajo es que los personas se arreglan menos y descuidan su vestir, así que a la moda la perjudica. Por otro lado, el sector turístico se está viendo muy impactado, con una campaña que prácticamente será perdida para la mayoría y muy disminuida para el resto. Y muchísima actividad colateral se ve igualmente afectada. No es sólo hostelería y restauración. Sino también el comercio, que tiene entre los turistas una parte de su clientela del año.

Tanto el sector turístico como el de ferias y congresos, durísimamente afectados, son tractores de un sectores que orbitan en torno. Por ejemplo en el transporte. La actividad de los taxis ha disminuido mucho, y hemos visto manifestaciones de autocares haciendo sonar sus claxon, porque han perdido viajes de transporte escolar, de movimiento de congresistas, de movimiento de grupos turísticos...

La lista de esta clase de damnificados es larga.

 

Sin embargo, permanezcan atentos a las oportunidades.

En toda Europa, el segundo trimestre de este año ha sido negativo. Pero en España la caída del PIB es superior a la media. En el semestre, el retroceso interanual es de más de un 20% para España. Una cifra así es la que hace a muchos tentarse la ropa, a la espera de qué pueda ocurrir tras las vacaciones de verano. Si el país es ya un 20% más pobre, y la temporada turística no aporta ingresos a empresas y trabajadores especializados en esa campaña, todo el mundo se pregunta qué puede ocurrir con el consumo en general, y con el nivel de impagos.

A este respecto, un consejo podría ser el siguiente: Operen con la prudencia razonable. Pero intenten aprovechar todas las oportunidades que se presenten. Los confinamientos introducen paréntesis y correctivos severos. Pero la rueda de la vida sigue girando.

 


  

Publicado en TEXTIL EXPRES - Revista Número 249 - Julio 2020

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