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  • Nadie esperaba tener que pagar obligatoriamente por una presencia no solicitada en el nuevo «marketplace», que es un negocio separado de Première Vision.
  • La cuota, no muy elevada, sólo da derecho a la vitrina. Si quiere usted transacciones online con sus clientes, abono extra, y comisiones sobre ventas.

Acogido por algunos con entusiasmo, el «marketplace» de Première Vision es visto por ciertos expositores como una imposición prepotente. No todos desean esa contribución forzosa a la Revolución Digital.

Sabemos que esto no va a gustar a los organizadores de Première Vision. Y lo sabemos porque planteamos el asunto durante la conferencia de prensa del día inaugural en la última edición de la feria y, tras una primera respuesta correcta por parte del director del salón, Gilles Lasbordes, tomó también el micrófono un responsable de comercialización que se mostró indignado, afirmó que nuestras palabras eran inaceptables, y poco le faltó para taladrarnos con la mirada.

Sin embargo, tal vez PV debería escuchar a sus expositores en vez de hacerse el ofendido. El tema que abordamos no fue una ocurrencia nuestra, sino la transmisión, a través de una pregunta, del comentario que acabábamos de escuchar en los pabellones de PV, realizado por los propios expositores. Ciertamente, con una expresión común en nuestro país, pero descarnada si se ve desde una mirada ajena.

 

Era el día inaugural, y al llegar no teníamos idea de lo que nos iban a contar en un stand, en referencia al célebre «marketplace», que PV ha lanzado ya conforme a una práctica hoy en boga. En realidad, todo lo que creíamos saber sobre dicho mercado digital estaba impregnado de un candoroso error.

Los organizadores de PV llevaban algo más de un año preparando informativamente la introducción de un mercado online para la compraventa de tejidos, que ahora ya ha entrado en funcionamiento. Y si habíamos creído entender meses atrás que Première Vision iba a brindar a sus expositores un servicio adicional, a modo de un plus (usted expone en PV, y durante un año le regalamos un escaparate online, para que disfrute de lo mejor de los dos mundos), estábamos equivocados. Es decir, no es un aliciente extra, un instrumento de fidelización de expositores, parecido (aunque más potente) al ya veterano Product Pilot de Messe Frankfurt. No, no es una extensión virtual del catálogo que disfrutan todos los expositores de Heimtextil (textiles para el hogar), o de cualquier otro evento organizado por la feria alemana (Techtextil, Texprocess), en este sector u otro. No. El conjunto de salones parisinos Première Vision ha creado una empresa separada para explotar el «marketplace», porque, en efecto, no sólo es un espacio comercial sino un negocio aparte. Tampoco un premio a los expositores, sino un centro de beneficio.

Sin embargo, para financiar su lanzamiento no lo ha tratado como una línea de actividad independiente, sino que se ha servido de la contribución forzosa de los expositores de Première Vision, incluyendo graciosamente, en el contrato de reserva de espacio para la feria de septiembre último, una cantidad extra de 500 euros a abonar por cada expositor, al que obligatoriamente se le ha exigido ese pago. De hecho, también se le ha obligado a figurar en el «marketplace», sin preguntarle si le parecía oportuno.

Muchos expositores no se dieron cuenta, al principio, de que habían abonado una cuota adicional. Un tejedor español que recibió de Première Vision una petición de muestras de tejido para incorporar al escaparate virtual del marketplace le preguntó por teléfono a un colega si él pensaba enviarlas. Este último le respondió que hiciera lo que quisiese, pero que en el fondo ya había pagado por el servicio.

—¿Cómo que ya he pagado?

—Sí, ¿no has leído el contrato? Hay una partida de 500 euros para el «marketplace».

En efecto, no siempre leemos bien lo que firmamos. Y allí estaba el canon extra. Según puede leerse en el propio portal, es el precio equivalente a un metro cuadrado adicional de stand, que debe abonarse obligatoriamente cada temporada. El primer tejedor contuvo su indignación, mientras internamente maldecía a tirios y troyanos.

Algunos españoles han calificado a esta imposición de pago «sí o sí» (una expresión que ha puesto de moda el «procés» en Cataluña, igual que el presidente Sánchez puso de moda el «no es no» a Rajoy) como un auténtico «impuesto revolucionario». Probablemente en otros países no saben qué es eso, ya que no han conocido la extorsión de ETA maquillada por aquel barniz lingüístico de donativo político, o de contribución a la causa, que implicaba la expresión. Tal vez en el sur de Italia tengan palabras equivalentes, quizá el «pizzo» (pregunten a un napolitano), pero en cualquier caso, los expositores que lo dijeron veían nítidamente la analogía. Y es que en España sí que hablamos a veces, por nuestra historia reciente, de «impuestos revolucionarios», igual que en siglos pasados se hablaría de los diezmos y primicias a la Iglesia: un óbolo obligado.

El caso es que la comparación con una extorsión no les hace gracia a los organizadores; pero los expositores tienen claro que, con semejante título, se refieren a un tributo ineludible, una tasa a la que no puedes decir no. Salvo (naturalmente) que optes por rechazar todo el paquete: «no quiero estar en el marketplace, y por consiguiente renuncio a exponer en Première Vision».

Pero esto último es una solución penosa. Equivaldría prácticamente a una renuncia a la esfera ferial, ya que no hay un el mercado un salón alternativo comparable en el que tomar parte. Está la galaxia Texworld, por supuesto, pero el mercado tiene percepciones diferentes de imagen. No es como cuando Interstoff reinaba (hace algunas décadas ya) pero tenía al lado a Première Vision y el antecesor de Milano Unica, que constituían alternativas poderosas: Interstoff ya no existe desde hace mucho, y Milano Unica tiene un espacio disminuido. Así que PV puede practicar cierto grado de prepotencia, desde la altura de su trono. Si quieres exponer, compra un metro cuadrado más, virtual, en el marketplace, y paga por él y no discutas.

En esa misma línea, un colega contaba que cierto expositor británico, que habría expresado reticencias a pagar el canon del «marketplace», recibió una suerte de ultimátum: lo tomas o lo dejas, dentro de un plazo corto, con fecha límite. No es tan sorprendente y quizá deba desdramatizarse. Todas las reservas de espacio de una feria han de formalizarse dentro de plazo, así que no se trata de un ultimátum novedoso. Pero, claro, esta vez contenía una actitud desdeñosa respecto de las reticencias.

 

Veamos: la conveniencia, la idoneidad u oportunidad de lanzar un «marketplace» no está en discusión. En cualquier caso, es una apuesta de Première Vision lícita, digna, incluso quizá encomiable. Que una buena parte de los expositores apoyan, además, viéndola como un apoyo a sus esfuerzos por crecer en la era de la Revolución Digital.

Lo que pasa es que este tipo de iniciativas suelen ser apuestas empresariales con su dosis de riesgo, y naturalmente abiertas al grado de aceptación individual de quienes sean invitados a participar. Pero PV ha optado por trasladar a sus clientes habituales una parte del coste de lanzamiento y de operativa mediante la aplicación de un canon obligatorio, que se cobrará cada temporada: el precio de un metro cuadrado más, para el stand virtual.

Si usted privadamente quiere montar un «marketplace», deberá arriesgar un capital, invitar a que los participantes disfruten de un período gratuito para ver si les convence, y después comenzar a cobrarles por los servicios, en el supuesto de que decidan quedarse en función del resultado de su experiencia. Vaya: un coste inicial asumido como inversión.

Por el contrario, PV ha optado por obligar a más de 700 tejedores a incorporarse, «sí o sí», desde el primer momento (so pena de impedirles exponer en la feria de tejidos), y también por cobrarles 500 euros a cambio de esa presencia obligatoria.

Como el «marketplace» se ha estrenado con más de 700 expositores, PV ha ingresado más de 350.000 euros en esta operación, que han contribuido a sufragar el arranque. Cantidad que volverá a cobrar en cada edición de la feria física. A los que ya se han incorporado ahora, y a los de los demás sectores a los que vaya invitando, puesto que se ha estrenado con tejedores pero quiere contar también con proveedores de accesorios-fornituras, cuero y subcontratación de confección, hasta completar todo el abanico de oferta con el que hoy cuentan sus áreas de actividad dentro de la Première Vision de carne y hueso (es una metáfora).

En fin, puesto que en septiembre ha tenido en total 2.005 expositores, cuando todos los sectores se hayan incorporado será como si Première Vision hubiera vendido dos mil metros cuadrados más de superficie de salón, que le reportarán un millón de euros adicional. Y esto dos veces al año, aunque la edición de febrero es un poco más compacta, así que no generará tantos ingresos. En realidad, no sabemos por qué, los documentos de PV apuntan a unas expectativas de sólo 1.500 firmas en el «marketplace» [así que serían 1.500 metros cuadrados virtuales por temporada, 750.000 euros de ingresos al semestre, un millón y medio al año).

No es lo único que piensa ingresar. Los 500 euros semestrales sólo dan derecho a una «vitrina digital» con presentación de la empresa y digitalización de fotografías de producto (fotos que hoy en día suelen ser ya digitales desde el comienzo) para mostrar allí. Eso es todo. A los expositores que deseen una auténtica «boutique digitale», con posibilidad de actualizar los contenidos del «marketplace» y de hacer transacciones en línea (y que serán los que disfruten de un «stand Premium Digital» en el mismo) se les cobrarán otros 200 euros al mes, o sea 2.400 euros al año por expositor. Aunque esto sí que será voluntario, ya que uno puede limitarse a dejar una vitrina durmiente, si lo desea, a modo de carta de presentación y nada más.

Del mismo modo que muchos expositores no fueron hasta última hora plenamente conscientes de que habían pagado un «canon» por el «marketplace», muchos tampoco lo son de otro punto de la letra pequeña, que nos revelaron colegas portugueses: ese mercado virtual, en su versión premium, permitirá cerrar operaciones, pero también generará para PV un porcentaje de comisión sobre las transacciones que se hagan en el mismo.

Esto puede dar lugar a una situación paradójica. Imaginemos que usted es un tejedor que expone en Première Vision, donde recibe la visita de clientes habituales y descubre a nuevos clientes potenciales. Hasta ahora, el coste de relación con los habituales y de hallazgo de los nuevos se reducía al coste de participación en PV. Nadie le pedía cuentas sobre las operaciones comerciales que pudiera usted cerrar con ellos. Ahora bien, imagine que, en adelante, tanto los clientes ya habituales como los nuevos deciden cerrar esas operaciones a través del marketplace. Pues bien, PV se le quedará con una comisión.

Es este un detalle del que no hemos podido obtener más concreción (por ejemplo, cuál será el porcentaje), ya que no consta en el dossier facilitado a la prensa (como tampoco figura en ningún lugar de acceso público el dato de la cuota mensual por actualización, pero fue revelado verbalmente durante la conferencia de prensa del 19 de septiembre, tras la pregunta de Textil Exprés). Es comprensible que haya alguna comisión, puesto que las órdenes cursadas vía marketplace son pedidos con pago anticipado, que el cliente realiza al portal, y cuyo importe el marketplace traslada a los «expositores» tres veces por mes. Son pedidos, por tanto, con pago seguro y prácticamente instantáneo.

En fin, la comisión es algo a tener en cuenta, pero aquí no caben dudas relativas a la «obligatoriedad», ya que las transacciones, con su comisión, se producirán sólo en la tienda en línea, para aquellos expositores que decidan operar de ese modo y pagar 200 euros al mes. Entonces: ¿qué ocurrirá si el expositor de Première Vision, obligado a participar inevitablemente en el marketplace, no quiere abonar comisiones por los pedidos de sus clientes?, ¿podrá rechazar transacciones generadas vía marketplace? ¡Pues claro que sí! Los 500 euros semestrales no dan derecho a transacciones ni, por tanto comisiones. Para que eso ocurra, usted tiene que apuntarse voluntariamente a la modalidad Premium. No se apunte, y no pagará comisión (ni venderá a través del portal, obviamente). Es usted quien decide. Como dicen los ingleses, «it’s up to you!».

Textil Exprés, después de esa alusión al «impuesto revolucionario» del marketplace de Première Vision, preguntó (como decíamos al comienzo de este artículo) en la conferencia de prensa del primer día si los organizadores contemplaban la posibilidad de que en adelante la presencia de firmas en el marketplace (en su versión de catálogo) pueda ser voluntaria, y no obligatoria (cosa que resolvería todas las objeciones). Y no obtuvo respuesta a esto último, aunque sí una indicación de que esa analogía con el «impuesto revolucionario» les parecía injusta, señalando además que el marketplace tiene un coste de funcionamiento; que hoy en día trabaja en el mismo un equipo de cinco personas, dirigido por Gaël Séguillon; y que en el futuro deberá ampliar plantilla (calculan que serán unas veinte personas en 2020) para «acompañar a la comunidad durante todo el año con el fin de ayudarles a hacer negocio adicional, que es el objetivo del marketplace».

 

Volviendo a algo ya mencionado, el nuevo servicio de Première Vision ha echado a andar y muchos lo ven como una iniciativa positiva, un complemento interesante a cualquiera de los frentes de comercialización del producto textil. Tampoco parece que el coste sea excesivo: ¿1.000 euros al año por una vitrina adicional? Eso quizá sea mucho para un mileurista, pero no debe serlo de ningún modo para una empresa industrial, incluso pequeña, que opere en el plano internacional. Claro que otros critican también, y con dureza, que PV haya optado por una política de obligatoriedad, casi alevosa.

No todos quieren estar en el marketplace, e incluso algunos lo rechazan abiertamente, ya que no desean exponer en un marketplace sus diseños a menos que se trate de «commodities» (terreno en el que siempre les ganaría por la mano un marketplace abierto a tejedores menos orgullosos de su nivel creativo que los de Première Vision). Y estos expositores contrarios perciben como un verdadero atraco la imposición del «metro cuadrado adicional para el stand virtual», como tarifa ineludible. Hasta ahora siempre les habían preguntado cuántos metros querían ocupar, nunca les habían forzado a comprar un metro más.

Durante la edición de septiembre, expositores portugueses estaban queriendo promover un rechazo conjunto a coordinar por una asociación del sector. Ignoramos si la gestión se llevará a cabo finalmente, suponemos que los ánimos se apaciguarán; y, en el caso de que lo hagan, si los organizadores les harán caso o les atenderán con displicencia. Es lo que tiene ser el salón número uno de tu especialidad en Europa, y sin rivales claros en tus coordenadas de imagen: puedes permitirte ciertos tics, y a menudo no pasa nada. Sólo pisas unos cuantos callos, oyes algunas quejas iniciales, y al final todos se callan o incluso te dan las gracias. Como el título de un viejo libro de la periodista y corresponsal de guerra Oriana Fallacci, al final, «nada y así sea». O, lo que es lo mismo, amén.

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