- La agenda de Desarrollo Sostenible es encomiable. Una prisa excesiva, sin atar flecos ni garantizar que todas las producciones que compitan en Europa cumplan las exigencias legales, podría disparar un enorme tiro en el pie sobre la base industrial autóctona. Ese riesgo existe.
Señores políticos, no sean valientes solo contra la industria europea, y tan cobardes respecto al resto del mundo.
Humberto Martínez
Director
Perdonen, pero esta vez voy a hablar en primera persona. Procuraré hacerlo en un texto relativamente corto (a pesar de mi tendencia a ver todos los aspectos de una situación y, quizá, extenderme demasiado para estos tiempos de fugacidad online). Y lo voy a hacer un poco fuera de mi estilo habitual: enfadado. De hecho, muy enfadado.
Podría decir que lo hago como director de un medio informativo profesional. Pero no es del todo exacto. Lo hago como ciudadano europeo.
Es en esa condición en la que no soporto más los discursos mesiánicos de unos políticos que, con peligrosos estilos «salvapatrias», llevan décadas desmantelando riqueza industrial (y su empleo de calidad asociado) basándose en un buenismo que tiene mucho de vanidad fútil, aunque sus efectos no sean etéreos sino tan sólidos como un torpedo a la línea de flotación de la nave propia. Un sonoro tiro en el pie.
Como ciudadano europeo abierto al mundo no me inquieta que compitamos con otros países. La competencia estimula la creatividad. La competencia anima, incentiva. Fastidia, pero motiva.
Lo inaceptable es que a la industria europea las autoridades locales (las propias, las amigas, las connacionales, las que debieran velar por los intereses de sus ciudadanos) les creen un entorno opresivo y hostil... obligándolas a competir en condiciones desiguales con otras industrias que no soportan legislaciones similares a las nuestras, y que, no sometidas a esa opresión ni a esos costes asociados, pueden barrer cómodamente a la industria de la UE.
Resumamos en píldoras. Europa tiene un horizonte 2030 para el Desarrollo Sostenible, cuyos objetivos son loables, y absolutamente necesarios para el futuro del planeta, pero que impondrá a la industria local exigencias de ecodiseño, de procesos de producción, de recuperación y reciclado, que están muy bien mientras todos los productos que llegan al mercado lo cumplan. Pero, tal como están las cosas, es de temer que tales exigencias recaigan únicamente sobre la producción europea, como un castigo, como una losa, como unan penalización brutal... sin que la industria pueda asumir los costes en un mercado cuyos precios los fija la importación de producto extraeuropeo... que tal vez escape a esas exigencias. Esto puede afectar a varios sectores con los que tengo relación. Sin embargo, hay uno al que atañe muy especialmente: el Textil/Moda.
Si las Administraciones son capaces de garantizar que el producto importado cumple exactamente todos y cada uno de esos requisitos legales, ¡estupendo! Pero en caso contrario, si aquí entra producto sin ecodiseño, sin métodos de producción medioambientalmente respetuosos, producto de difícil recuperación, y que además no asume su parte del coste de reciclado... lo que las Administraciones europeas y locales habrán hecho es asestar una puñalada trapera sobre la industria propia.
La UE tiene una cierta querencia a crear en su interior un parque temático limpio y ecológico, una arcadia climática, pero con una economía de Dysneyworlds visitados por asiáticos, a merced de fabricaciones extranjeras en todo aquello que requiera industria.
Y expuestos a que cualquier crisis de cadena de suministro nos deje con las vergüenzas al aire, o que cualquier pandemia nos deje dependientes de mascarillas hechas en el extranjero, por poner un ejemplo simple y sangrante de los últimos tres años.
(Por cierto, de nuevo la mayoría de las mascarillas que se venden en farmacias y bazares son fabricadas fuera de la UE, al igual que los test de antígenos: qué poco duró aquel compromiso con la autosuficiencia sanitaria).
Dirán que este artículo es tremendista. Nada que ver con nuestro periodismo mesurado de otros artículos. Pero es que ya hemos oído recientemente decir que un control exhaustivo de las importaciones, para garantizar su cumplimiento de la drástica legislación que se prepara, en particular para el sector textil/moda en Europa..., podría rozar un proteccionismo inadmisible.
Perdón. ¿Hemos oído bien? ¿Imponer a la industria europea condiciones draconianas para cumplir una agenda ecológica 2030 será algo inexcusable y loable? E imponer a las importaciones (incluido el tráfico de perfeccionamiento) esas mismas exigencias, con controles exhaustivos, verificables y creíbles... ¿sería un proteccionismo intolerable?
Hay gotas que hacen desbordar el vaso de la paciencia. Y Europa hace tiempo que ha rebasado el límite de la tontería.
Por cierto, alguien (¿pero quién?) tendría que pedir responsabilidades a algunos políticos europeos. En las autocracias, políticas como estas probablemente se considerarían alta traición. Legislaciones que destruyen el tejido industrial propio y entregan su mercado a terceros equivalen a tener un enemigo dentro. Las democracias liberales no actúan ni deben actuar como las autocracias que parecen camino de dominar el mundo. Pero los hechos son los hechos.
Alguien debería decir (democrática y liberalmente) «¡basta!, ¡hasta aquí podíamos llegar!». No parece que los votantes lo hagan (quizá la mecánica electoral lo impida), y pasmosamente parece que tampoco lo harán los sindicatos. A estos parece importarles menos el empleo de calidad y la competencia leal que cuatro eslóganes bonitos de sostenibilidad mal calibrada.
En el caso que nos ocupa, todo es más sencillo. La Agenda 2030 todavía está en fase normativa. Así que, señores políticos, hagan lo que es correcto. Tienen una oportunidad para ello. Pero las prisas, el atropellamiento, las ansias por aprobar leyes de título presuntuoso sin haber considerado todas las implicaciones ni atado todos los flecos, podrían hacer cometer barbaridades. No sería la primera vez que este tipo de cosas suceden. Pero desarmar y penalizar la industria europea frente a terceros, creando un marco de competencia desigual, sería de una tremenda irresponsabilidad. Y alguien tenía que advertirlo. Aunque tantas veces nos parezca un esfuerzo baldío.
En torno a un millar de palabras hasta aquí. Ya me he excedido. Cerremos con una petición concreta: ¡No dicten un harakiri industrial! Aseguren que las importaciones también cumplan la agenda 2030. Y háganlo de verdad. No acepten infundios sobre proteccionismo. No sean proteccionistas, pero sean coherentes y actúen con coraje. No sean solo valientes contra la industria europea. Dejen de ser cobardes ante la producción del resto del mundo.
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