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Llega a su final la edición 2024 de Barcelona Bridal Fashion Week, con un buen número de visitantes extranjeros.

  • Al final, la Inteligencia Artificial se limitó a la imagen del cartel.
  • ¿Demasiado tardía? El debate, que abrió Rosa Clará, seguirá abierto.
  • El palacio número uno sigue siendo demasiado compacto y denso.
  • El recinto Gran Vía 2, en su día, era más claro y moderno, pero Montjuic-Plaza España está más cerca del cogollo turístico.

En el primer día del «trade show», ver los blancos y vaporosos vestidos de novia desplazándose por el aire sobre la avenida María Cristina de Barcelona, como fantasmas colgados de una cadena de transporte, flotando al viento que soplaba en esa fecha del 19 de abril (aire frío después de una semana prácticamente estival), no dejaba de ser un poco surrealista. Como un sueño de Lovecraft pintado por Dalí... o una película de Podgayevsky («Nevetna», La Novia), o quizá una procesión etérea de Santa Compaña en versión femenina.

Si tenemos en cuenta que la instalación era obra de Pep Gatell, uno de los fundadores y director artístico de La Fura dels Baus, hasta podría creerse que esa fuera la intención. Las gentes de la Fura (un poco como el escenógrafo de ópera Calixto Bieito, distinguido por buscar el escándalo) nunca han rehuido el poder de atracción de lo chocante. Pero en este caso no había ese propósito.

La idea era crear un punto de atracción «instagrameable», lograr muchas subidas de fotos y videoclips a la red social, y ayudar a difundir la noticia de que en Barcelona se estaba celebrando la Barcelona Bridal Fashion Week. Y probablemente eso se logró de sobras.

También, llevar el evento de feria comercial y desfiles a la calle, de modo que los paseantes se enterasen de lo que estaba ocurriendo tras las paredes del recinto ferial. Y eso, sin duda, también se consiguió. Fuimos testigos del jubilado que se preguntaba qué era aquello y por qué estaba allí. La esposa —más espabilada— le indicó el cartel sobre la entrada de Fira de Barcelona en la plaza de España.

—Són vestits de núvia, i deu ser perquè hi ha alguna cosa de núvies a la Fira. No veus el cartell? Quelcom de núvies —dijo a su marido.

(«Son vestidos de novia, y debe ser porque hay algo de novias en la Feria, ¿no ves el cartel? Algo de novias»).

Ese algo era la renombrada BBFW, Barcelona Bridal Fashion Week. Su programa de desfiles se ha desarrollado del 17 al 20 de abril. La feria comercial, del viernes 19 al domingo 21.

Hemos facilitado varias informaciones previas en Textil Exprés, y esta es la crónica que recogemos después de visitar el trade show, y que publicamos en la última jornada del evento.

Los datos de la feria comercial ya se conocían: más de 400 marcas, el 80% internacionales.

«El certamen reúne así a compradores clave con los expositores de un trade show que rompe fronteras, con marcas procedentes de más de 35 países como España, EEUU, Italia, Reino Unido, Países Bajos, Francia, Polonia, Ucrania y Turquía, y con firmas que participan por primera vez de países como Australia, Francia, Colombia, Kosovo, Líbano, Corea del Sur y Rumania, entre otros», decía la nota oficial.

«Asimismo, el salón cuenta con más marcas de la alta costura como Giambattista Valli, Zuhair Murad, Elie Saab, Stephane Rolland, o Viktor&Rolf, así como otros diseñadores internacionales plenamente consagrados como Jenny Packham, Tony Ward o Ines Di Santo, a los que se suma por primera vez en esta edición Georges Hobeika».

69 de esas «marcas» eran españolas, según una búsqueda en el directorio. No obstante, eso incluye entradas dobles por líneas de producto diferentes, y stands institucionales (como los de la cámara de comercio de gran canaria).

Cada vez más, BBFW deja de ser una feria de expositores españoles acompañados de algunas marcas de importación, para vender a visitantes nacionales y los internacionales que se escapasen de la presentación concomitante de Pronovias a sus clientes... para convertirse en lo que ya es: una feria de marcas internacionales para compradores internacionales, entre los que hay españoles que procuran sacar también partido a ese privilegio de formar parte del evento.

Al final, la Inteligencia Artificial se quedó en el cartel.

Hacia el mes de septiembre, una de las primeras comunicaciones de la Barcelona Bridal Fashion Week para abril de 2024 ponía mucho énfasis en la Inteligencia Artificial.

«El evento líder mundial en moda nupcial lanza la campaña de su próxima edición inspirada en el impacto de las nuevas tecnologías en el mundo y la sociedad y en cómo afrontar el futuro de forma positiva y optimista» —nos decían-. Si ustedes creían que la Inteligencia Artificial iba a ser un elemento central de la BBFW, un factor de provocación para la reflexión, sobre el futuro que la IA ofrece a la creación de ropa para novias, pues se equivocaron. Desde aquella fecha septembrina hasta hoy, la IA ya se fue diluyendo en el argumentario de la BBFW, y en abril ya nadie se acuerda de ella. En el fondo, todo se quedó en el hecho de que el cartel, con su novia recargada de accesorios y complementos, empleó una imagen generada por IA.

El salón de nuevo ocupaba los palacios 1 y 2 (este antiguamente conocido como «del Cincuentenario») del recinto ferial de Barcelona-Montjuic, lo que, para un salón de estas características, presenta a la vez ventajas e inconvenientes.

A efectos de claridad, es mejor el palacio 8 (o «de la Metalurgia»), en el que también estuvo alojada la BBFW: un solo rectángulo, un palacio más luminoso, aunque el suelo sea algo irregular y con escalones para salvar la suave pendiente de la Avenida María Cristina. Pero también es más pequeño que la suma de los otros dos palacios, o al menos así lo parece desde los planos.

Por contra, el pabellón 1 es poco luminoso, circunstancia que se acentúa con el enfoque artístico dado a la zona de recepción, concebida como sala VIP + decorado para múltiples instantáneas de «photo-call», que permiten a cualquier visitante ser estrella por un día (por no hablar de las delicias que aportan a las «influencers»). Tonos y luces hacen que el visitante que entra se vea un poco ofuscado inicialmente. Y más sorprendido cuando ve que el verdadero control de acceso se halla en el interior del pabellón, cuando llevas un trecho del mismo recorrido.

En la zona de stands, el palacio Número Uno ha sido, al igual que el pasado año, compacto, denso, apretado y con un nivel de luz tenue, pero los cubículos acristalados del salón aportan transparencia y proyectan el atractivo de los pases de modelos. Porque, ya lo saben, las ferias de moda para novias son lo más parecido que existe a los antiguos desfile de alta costura: compradores sentados alrededor de del pasillo, con bloc en los que apuntan sus modelos (de prenda) preferidos. La diferencia estriba en que estos buyers» no son las damas de alta sociedad que van a ponerse el vestido, sino los responsables de las tiendas de moda nupcial que más tarde presentarán dichos modelos a las muchachas en trance de matrimonio.

La conexión entre ambos palacios (Uno y Dos) era, al igual que el año pasado, por un codo de recinto al aire libre. Allí había vagones de comida rápida, sillas para sentarse a comer o a tomar el sol (alguno y alguna lo hacían, presumiblemente extranjeros hambrientos de bronceado), y un disc jockey que machacaba los oídos a través de potentes altavoces, con una música de discoteca que poco tiene que ver con un evento nupcial, a menos que sea una boda «heavy» o «hip hop». Vamos, más indicado para el antiguo Bread&Butter de streetwear. El excesivo volumen, no obstante, viene bien para que nadie se apalanque en las sillas, y así prosiga —un poco ensordecido— su recorrido de trabajo.

Esta disposición de palacios da juego a la diferenciación por zonas. La entrada del pabellón 2 desde el codo de conexión estaba reservada a los más artesanos, entidades docentes y creativos emergentes. El resto disponía de una zona tranquila, una mitad de pabellón más tenue, otra con más luz, ocupada esta, como el año pasado, por firmas italianas en pabellón nacional.

Da la impresión, quizá equivocada, de que BBFW es demasiado grande para el pabellón ocho, sobre todo si se quiere integrar la zona de desfiles para el programa que comienza unos días antes del Trade Show, y demasiado pequeño para regresar al nuevo recinto ferial Gran Vía 2, en l'Hospitalet, donde estuvo tiempo atrás con notable éxito. Claro que ese recinto también tiene diversos pabellones, y no todos con la misma superficie de exposición.

Quizá la opción por Montjuic-Plaza de España, donde lleva ya un buen número de ediciones celebrándose, sea más bien técnica, o de proximidad al cogollo turístico de la ciudad. Es uno de los argumentos que se barajó en el pasado. Además, la proximidad a la Fuente Mágica y el Palau Nacional le confiere, sin duda, y volviendo al criterio mencionado en la introducción, un aire mucho más de moda, mucho más «instagram-like».

¿Y qué hay sobre las fechas?

El anuncio en febrero por Rosa Clará diciendo que abandonaba la BBFW porque es demasiado tardía (ella celebró ya su propia convención con clientes en ese mes de febrero) «abrió el melón» (decíamos en una noticia anterior de Textil Exprés) sobre la idoneidad del calendario.

Ya hemos explicado en otro lugar el criterio de BBFW: muchos de sus expositores no tienen finalizadas las colecciones antes de comienzos de abril. Por tanto, hay creadores y fabricantes de ropa de novia que prefieren fechas más avanzadas, y otros que las necesitan más tardías. BBFW se orienta a estos.

El debate probablemente seguirá abierto, no obstante. Y quizá convenga una reflexión más en profundidad.

BBFW, en estas fechas, con estos pabellones, y la captación de visitantes internacionales por la Generalidad de Cataluña, ha sido este año también un salón de primera categoría. ¿Será siempre así? Probablemente sí, al menos a corto plazo.

Trabajo ha habido. Como de costumbre, los stands han tenido sus desfiles, y se ha visto un buen número de visitantes. Se reconocía a algunas influencers por su gusto indumentario, más orientado a lo llamativo que a la elegancia chic. De nuevo, alguna confusión estilística entre el estilo propio de lo nupcial y la extravagancia o la provocación (mostrar piel y músculo, botas de cuero y tacones, y esas artimañas en general), entre este tipo de visitantes. No así en la pasarela, donde la provocación solo surge ocasionalmente y dentro de unos cánones, aunque cada vez más dúctiles.

¿Extranjeros? Muchos.

Igual que ya sucede en la ciudad de Barcelona, donde cualquier paseo por las calles céntricas muestra auténticas riadas de turistas y congresistas, que desbordan a los caminantes nacionales, pues del mismo modo en BBFW se ve a numerosos visitantes forasteros, lo que para el salón constituye un éxito importante.

La organización destaca la presencia prevista (inscripciones) de compradores de más de 80 países, «sobre todo de mercados clave como Europa, EE.UU. Japón, Corea del Sur, Latinoamérica, Sureste Asiático, y como novedad de esta edición, también de Australia». A eso ha contribuido la captación, concentrada en un par de oficinas exteriores, evada a cabo por la Generalidad de Cataluña.

© TEXTIL EXPRES


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